“Los jugadores son lo más sano que tiene el fútbol”. Es, quizás, una de las frases más utilizadas en la historia del fútbol argentino y siempre salta a escena en la previa a una definición de campeonato, cuando los rumores de incentivación y/o de arreglos de partidos o de sobornos retumban fuerte.
En la última semana se habló muchísimo (y se especuló también) con que Defensa y Justicia no iba a hacerle demasiada fuerza a River en el Monumental porque su entrenador es Hernán Crespo -hombre surgido de las entrañas “millonarias”- y porque Nahuel Gallardo (hijo de Marcelo) integra el plantel del “Halcón”.
Incluso se decía que Defensa no iba a jugar con lo mejor que tiene porque prefería guardar a sus principales figuras para su debut en la Copa Libertadores, el martes contra Santos de Brasil.
Sin embargo, y por el bien de este bendito deporte, todo eso quedó en dimes y diretes. No hubo lugar para la duda porque Defensa y Justicia no sólo fue a jugar de frente sino que superó al “Millonario” durante todo el primer tiempo y lo puso contra las cuerdas también en varios pasajes de la etapa complementaria.
Ayer, con Defensa, Crespo repitió la receta que había utilizado cuando era entrenador de Banfield y había enfrentado al River de “Muñeco”. Le propuso duelos individuales en todo el campo, evitando que River pueda coparle la parada con juego asociado por el medio del campo.
Además, fiel a su filosofía de juego, salió a jugar mano a mano y nunca rifó la pelota. La manejó de lado a lado, haciendo correr a un dueño de casa que se siente incómodo cuando no es protagonista de un partido.
Así llegó el 1-0. A los 23’, Francisco Pizzini recibió un pase filtrado de Rubén Botta, llegó por derecha y asistió a Juan Martín Lucero que apareció por el medio del área. El ex Independiente utilizó un recurso técnico extraño. Se tiró con los dos pies para adelante y, casi con el muslo, desvió el balón y descolocó a Franco Armani.
Ese tanto fue un mazazo para River. Si antes de ese momento no encontraba los espacios y la claridad era una ausente sin aviso, luego todo eso se acentuó.
En cambio, el “Halcón” siguió adelante con su plan. Con la frente en alto porque le demostraba al país futbolero que debían confiar en su honestidad, continuó manejando la pelota, laterizándola para despistar y siendo punzante cuando tenía la oportunidad.
Un gol más de diferencia hubiese sido lo más justo antes del descanso. Porque la visita tuvo chances y porque River seguía durmiendo una siesta fatal.
En el complemento, Gallardo mandó a la cancha a Juan Quintero y acomodó un poco las ideas de sus dirigidos. Su equipo salió hecho una tromba y encontró el penal que “Juanfer” cambió por el 1-1.
Pero fueron unos cuantos minutos lo que duró la confusión de Defensa. Cuando se acomodó, volvió a manejar la pelota y si se llevó un solo punto fue porque no estuvo lúcido de contra. Lo bueno es que dejó en claro que, en el fútbol, la pelota no se mancha.